MISERICORDIA



Hoy no espero al silencio,
me dejo caer en un fuego abrazador que suaviza las heridas de la infancia,
en ese cálido abrazo de recuerdos

Escucho…

La risa contagiosa de las aves
murmuran sus picardías al viento,
o el refunfuño del sol por que el cielo se ha llenado de nubes.

No es una treta de mi imaginación,
siento en cada célula y reconforta
a pesar de los dobleces oscuros que tiñen de sufrimiento a la existencia.

Lloro tristemente alegre,
inundando la tierra de chispas que incendian la memoria.

No estoy solo en el silencioso espacio que me rodea,
observo raíces contar historias de una humanidad valiente y tenebrosa.

No reprocho nada,
me permito la experiencia de embeber mi cuerpo con el néctar de los ríos,
desembocando en el desértico mar que no tiene nada y lo tiene todo.

Me expando en los recónditos espacios del universo,
dejando en cada uno de los vacíos una de mis cartas,
mis fragmentos desconocidos.

Espero…

Solo espero que las lean y así morir en cada palabra de perdón, amor, desenfreno, locura.

Porque no soy sensato,
no soy bueno
soy humano.

Y en esa premisa vuelvo a incendiarme, dejando quemar mi carne.

Me arrastro al barro con dolores infinitos escribiendo mi ultima carta,
dejando caer la pluma que lo describe todo.

Hundiéndome...

La tierra me abraza solloza,
erguido en mi desnudes camino sin sentido viendo en mi mente las historias de lo humano que ya contamos.

Hay cosas que no contamos por no estar en el fuego,

¿Y si extiendo mi mano para que te quemes conmigo?

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