CONFUNDIDO


No tengo bien en claro que decir en esos momentos, solo tengo el resentido impulso de querer tomar su rostro y golpearlo contra la pared. Si, suena algo exagerado, pero te quiero ver tratar de controlar el enojo cuando te dice que no logro traer lo que necesitabas por que se había olvidado, con ese desinterés, que solo una persona así puede manejar.

Ese mes le rogué que cumpliera con lo pactado y no hubo caso, nunca llego, y en esa apatía me deje inundar por la ira de una manera nunca pensada, la frustración me encegueció, fue en ese momento que supe que debía hacer algo, tome algunas cosas del cuartito y Salí de ese lugar.

Corrí, corrí por largo rato, tratando de disimular mis lágrimas de bronca, impotencia, pero esa imagen se hacía cada vez más recurrente en mi cabeza. Me frene en el puerto con la mirada perdida, me deje abrazar por el sonido del mar y supe lo que debía hacer.

De regreso decidí tomar una café en el bar de Antonia, acompañado de una porción de selva negra, que siempre ayuda a aliviar las penas, sin embargo, ese día, el ultimo bocado fue acompañado de la certeza, y sin titubeos tome el teléfono, marque su número, sonó, sonó, sonó sin tener suerte y lleno de odio irrumpí el silencio del bar con el ruido de mi teléfono celular, estallado contra el piso. Antonia miro de reojo, con la sutileza que la caracteriza y sin decir palabra me sostuvo la mira para saber que todo estaba bien. Incline mi cabeza y siguió con sus cosas.

No regrese a casa, deambule por la avenida central unas cuatro horas aproximadamente, al llega a Rivadavia y Triunvirato vi que había doblado, acelere el paso hasta ver su espalda perderse entre la gente. Cerré mi mano queriendo amarrarme a la idea de que todo pasaría, pero no fue así, nada calmo en esa presunta apatía.

El ritual había comenzado, ya nada podía ser igual, me repetía, y sin terminan de entender lo que sucedía seguí caminando.

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