VENENO

 



Un sarpullido en mis manos

no me deja rascar mis ojos nublados de fantasmas habitando mi sangre,

negándose a quedar tranquilos.


Son como gusanos alimentándose de mi carne

débilmente sazonada a través de los años.


¿Qué hacer con mis ojos?


Los cierro,

pero la picazón de mis pupilas me tienta a seguir observando

el alimento que tanto desean.


¿Los gusanos?


Escusas de mi mente que no quiere dejar de mentirse

en la agonía de la agujereada carne que hierve mi sangre,

gritando en el despojo de la palabra que no puedo decir,

porque mi lengua se tiñe de lombrices.


Veneno que supuran un mal aliento que todo lo asesina,

no es ira

es el alma que se me retuerce en ganas de rascar esas ampollas en la piel,

así la libertad de los gusanos descontamina mis ojos que quieren ver con claridad


¿Qué es lo que deseas ver?

me balbucean las manos temblorosas.


Ya estas envenenado por gusanos que se empanzan de tu existencia

tus entrañas son el pálido reflejo de lo que añoraste de joven,

no vale la pena quitar las costras que cubren tus ojos.


Ellos hace tiempo que dejaron de ver,

no caminas,

te arrastras por la tierra.


¿Me arrastro?


Mis manos no mienten y como portadoras de la verdad,

granienta,

dolorosa,

supurosa,

colorada,


La epifanía de lo larvario viene a mi confusa memoria

arrastrándome a un espejo no me veo,

solo percibo un mazacote de tejidos que responden a movimientos peristálticos.


Arrástrate con confianza,

fueron las ultimas palabras de mis manos

momentos antes de caerse de mí.


No tengo comezón o deseos de rascarme…


Regurgitando el último bocado que di a mis manos,

me alieno a mi hábitat envenenado de mi sangre agusanada.


Caminando como el parias que negué ser

pienso en comer carne fresca,

solo pienso en carne fresca.

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