DÍA 4: BLANCA
El ruido de las chapas flojas despertó a Blanca a las seis y media, una hora antes aproximadamente a que sonara el despertador. Asomándose por la ventana y afinando su oído, se dio cuenta de que se trataba del ruido de siempre, y se quedo más tranquila, sin embargo, no podía dejar de pensar en que debía juntar el dinero para llamar al albañil, había pasado un mes del presupuesto y temía que le subiera el precio de la mano de obra.
Mientras tomaba un café caliente, aprovechó para asomarse a la habitación de su niña mimada, y afirmada sobre el marco de la puerta no podía dejar de pensar en cuanto tiempo pasaba sola. Con bronca cerró despacio la puerta y no dejaba de murmurar lo difícil que es la vida para los pobres, si solo supieran lo complicado que es vivir con un sueldo que no alcanza a cubrir lo básico. Dejó la taza en el cúmulo de platos sucios y se fue a pegar la ducha reparadora de todas las mañanas. Al cerrar los ojos sentía como las preocupaciones corrían junto al agua turbia, para terminar en el desagüe de la conciencia.
Al terminar de arreglarse para ir a trabajar, Blanca se acercó a su hija y despidiéndose con un beso, la arropó para que no pasara frio. El verano se despedía y a la lista de preocupaciones se sumaba la de la calefacción. Cerrando la puerta con llave, caminó quince cuadras hasta llegar a la parada del colectivo. Abrió su bolso, y sacando sus auriculares, terminó de alienarse como el resto de las personas que la acompañaban.
Observando por la ventana el paso de las cuadras, vacías, silenciosas, cargadas con el temor al desconocido virus, escuchaba el reporte diario por la radio. Anunciaba un caso más, uno que tenía sus peculiaridades. Aparentemente habría sido entregado por su madre, que ante el temor de ser contagiada llamó a las autoridades pertinentes para manejar la situación. Al oír esto, Blanca no pudo dejar de emitir un juicio y despotricar sobre esa desalmada madre, que estaba dispuesta a dejar a su hijo a la deriva de un sistema de salud muy frágil. La nota terminaba mencionando el nombre de Daniel Frías, el joven estudiante de arquitectura, el cual habría tenido contacto con su tío Lucas Herrera...
Interrumpiendo la escucha, se puso de pie y tocando el timbre, bajó frente al hospital donde trabajaba. Sacándose los auriculares, miró hacia arriba para ver si habían arreglado una de las letras del nombre del hospital, y suspirando negó con la cabeza. Caminó unos pasos y se antojó de un café bien cargado del bar de la esquina, dio media vuelta, miró la hora, se encogió de hombros y cruzando la calle saco el celular y mandó un audio a su hija para decirle que las cosas del desayuno estaban sobre la mesada, y que en el horno de la cocina tenía unas galletitas caseras de canela y miel, sus preferidas pensaba Blanca, que había horneado anoche.
Entrando al café comenzó a buscar a Matías, que según Blanca hacía un cargado de la puta madre. Levantando la mano le señaló a Matías que se acercara a la barra.
Matías le dio un beso y tomando un descartable se puso frente la máquina, para preparar el brebaje que lo compondría todo. Mientras, Blanca tomaba nuevamente el celular y mandaba un nuevo audio diciéndole a su pequeña que le escribiera cuando despertara, y que tuviera cuidado con el agua caliente y el gas de la cocina.
Guardando el móvil le preguntó a Matías si estaba mejor. Él, negando con la cabeza le mencionó que estaba con las pastillas de paracetamol que ella le había dado y con crema de mentol para el pecho a las noches. Blanca tomó el café y retirándose le iba gritando que eso le pasaba por ser tan prostituto, largo una carcajada, le tiró un beso y salió para el hospital.
Dentro del hospital dejó sus cosas en su casillero personal y mandó un nuevo audio a Clara, recordándole que debía terminar las tareas de geografía y que, si tenía problemas con las divisiones de dos cifras, le mandará un mensaje que en el receso ella la llamaría para ver como lo resolvían entre las dos… y que no se olvidara de dejar la habitación en orden y que estaba prohibido charlar con los vecinos por la ventana.
Reportándose con la jefa de enfermeras, le preguntó si continuaba con las tareas de ayer. La jefa le dijo que por el momento se quedara junto a sus compañeras que el directorio del hospital había llamado a reunión ya que había unos nuevos protocolos de acción a raíz del virus que ya se veía en el país. Esto la preocupó a Blanca y sacando el celular, le mandó un nuevo audio a su hija explicándole que no tuviera contacto con nadie por medio de la ventana.
En ese momento el director general se presentó en la sala y les explicó que la situación era muy complicada para todos, que se debían tomar medidas muy rigurosas con los escasos recursos que se tenían.
Manifestó que el coronavirus era muy agresivo y que temían tasas de contagio muy altas en poco tiempo y eso podría traer una catástrofe como las de Europa, por tal motivo identificar los sujetos asintomáticos era el objetivo, para poder aislarlos, y así realizar estudios ya que las sepas podrían mutar a unas más agresivas.
Para terminar, le dijo a la jefa de enfermeras que tomara rangos de temperatura como medida preventiva y aquellos sujetos por arriba de los treinta y siete grados deberían quedarse en el hospital para controles.
Pasó el tiempo y Blanca mandó un nuevo audio, preguntándole a Clara como estaba todo por allá, y afirmándole la idea de que no debía tener contacto con nadie, se despidió y guardando el celular la jefa de enfermeras la llamó para decirle que nuevamente le iban a tomar la temperatura, Blanca no quería entender lo que estaba sucediendo, y rompiendo en llanto tuvo miedo.
Afirmada sobre el casillero, marcó el número de Clara y despacio se fue sentando en un cajón que estaba próximo. Blanca queriendo calmarse, le explicó a su hija que esta sería su primera noche solita, que no se preocupara, que podría ver las series que a ella tanto le gustaban, que el ruido de la chapa es normal, que en el freezer hay un tupper con unos ravioles de jamón y queso para comer a las diez más tardar, que las calentara en el microondas, dándole cinco minutos, que debía lavarse los dientes antes de dormir y que mamá estaba allí, a su lado, que no se preocupara.
Por el teléfono se podían escuchar los temores de una niña, mezclados con pequeños llantos de incertidumbre y miedo. Blanca lloraba sin poder pedirle a nadie que asistiera a su hija, no tenía ningún afecto de confianza, y en el barrio era mejor que nadie supiera que estaba sola para prevenir cualquier locura.
Caía la noche y Blanca dormitaba en una habitación con olor a humedad, donde el silencio se rompía con una canción de cuna que escuchaba atentamente un frío celular.
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