DÍA 3 : MICAELA
Seis y media de la mañana y el llanto de Micaela solo tiene el objetivo de hacer levantar a su madre, para que la alimentara como todos los días. Una teta grande y turgente, la izquierda, que ella amaba tanto.
Al tercer llanto intenso, Micaela logró que su madre se levantará de la cama un poco disgustada y bastante despeinada, aun así, sacó la teta y Micaela sin pensarlo mucho estiro el pico para succionar el líquido de la felicidad. ¿es esto la vida? se decía a sí misma, mientras que con sus manitas apretaba la ubre jugosa de su madre, al punto de darse cuenta de que se estaba pasando de rosca, cuando sentía esa mirada que lo podía suspender todo.
De momentos percibía en ese tacto desenfrenado, la tensión de su madre. Había algo que la preocupaba. De reojo observó como ponía su vista en el reloj de la cocina, el que puteaba por que le recordaba a la suegra. Eso no le importó y siguió tomando la teta. Micaela comenzaba a llenarse, pero seguía a pesar de todo. La leche brotaba de sus labios y eso le indicó a su mamá que ya era hora de reclinarla sobre su pecho para que pudiera hacer el famoso provechito, cosa que a Micaela le daba mucho asco.
Estando más cerca del rostro, Micaela si se percató de la preocupación de la madre, que ahora miraba a la habitación de su hermano mayor.
Con el cochecito hacia la ventana, Micaela se distraía con las primeras gotas que caían en la ciudad. Eso le causaba mucha risa y moviendo sus pequeñas manitas se acercaba para querer tocar el vidrio mojado, pensando en Daniel su hermano que seguía sin aparecer. En un momento girando la cabeza pudo ver cómo su madre algo nerviosa, tomó el teléfono celular para comunicarse con su papá. Siempre que daba tres insultos seguidos Micaela sabia que su mamá estaba hablando con su papá, a lo mejor tenía información de su hermano desaparecido. La madre caminaba para un lado, para el otro, hacía ademanes con sus manos, por momentos subía el tono, pero Micaela no comprendía muy bien del todo qué es lo que estaba sucediendo. ¿dónde estaba su hermano? ¿qué había pasado con él? ¿porque seguía lloviendo?
Parada frente a la ventana con un cigarrillo en la mano, Micaela abría los ojos para mirar a su madre con algo de desprecio, porque no le gustaba que fumara ya que después la leche no era la misma. De fondo se escuchaba el noticiero que contaba el delicado estado de una de las primeras infectadas por el virus, que estaba haciendo estragos en Europa. Una joven maestra jardinera contagiada por una persona que procedía de Italia, aparentemente el padre de uno de sus alumnos.
Micaela tenía muy bien en claro que su mamá era bastante hipocondríaca y algo obsesiva con esas cuestiones, con sólo pensar en que la cambiaría, dos, tres, cinco, veces en el día, se ofuscaba, llorando con frecuencia. sin embargo, seguía preguntándose dos cosas. ¿dónde estaría su hermano? y ¿por qué llueve?
Recostada y algo malhumorada Micaela no dejaba de sollozar ya que la estaban cambiando por cuarta vez en el día, y en la radio anunciaban una presunta cuarentena para evitar contagios y el colapso del pobre sistema de salud del país. En eso el silencio se hizo presente cuando observó como una lágrima corría por la mejilla de su madre que realmente se encontraba muy preocupada.
Ahora Micaela se ubicaba arriba de la mesa, en el famoso huevito, mirando hacia la cocina donde su madre cortaba unas verduras para preparar algo al mediodía. El vaivén de la madre desde la tabla de cortar verduras hasta el celular, que se encontraba en la mesa, le causaba mucha risa. En un momento, prestó atención en como su mamá se detuvo frente al teléfono y algo nerviosa, meditabunda, se fue acercando de a poco hacia la ventana.
Micaela se asustó y comenzó a llorar al sentir el sonido extraño que salía del teléfono. Levantando los brazos, su madre la recogió, y haciendo malabares contestó. Gritando desde la ventana, vomitó una serie de puteadas hacia Daniel que estaba afuera. Micaela apoyó la cabeza sobre el hombro de su mamá, observando todo, sin dejar de mirar las gotas de agua.
Sentado en el cordón de la calle, Micaela prestaba atención en ver como su hermano se mojaba por culpa de esas gotas de agua que ella deseaba.
Dejándola en el cochecito bien frente a Daniel, que le hacía morisquetas, su madre se retiró dándole la espalda a la ventana, y detrás se escuchaban sus llantos desconsolados. marcó nuevamente el teléfono, cerró la puerta de entrada y siguió cocinando.
Al rato de ver a su hermano, a Micaela le extrañó que llegara una camioneta con unas luces arriba que hacían un sonido raro. bajaron unas personas con trajes como de dibujito animado y Micaela no volvió a ver a su hermano por mucho tiempo.
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