DÍA 2: MATÍAS







El despertador sonó a las seis y media como todos los días y Matías se levantó desganado, pensando cuando seria noticia. Caminó con dirección al baño, pero antes de lavarse la cara y los dientes preparo todo en el comedor, para los ejercicios matutinos. 

Frente al espejo, se quedo mirando su rostro, con el cepillo de dientes en la boca y restos de pasta dentífrica en los labios, aparentemente sin nada que pensar o preocupaciones cotidianas que sufrir. Allí cayó en cuenta de que debía quedarse en su casa y eso lo dejó sin sentido. 

Miro su pene que no estaba del todo duro y tomándolo con la mano especuló que no habría problema, ¿qué le haría unos días de autocomplacencia a ese cuerpo, que era una maquina demandante de placeres carnales? Dejando de tocarse, ya que se estaba poniendo muy duro el panorama, sonrió y se fue al comedor no sin antes colocarse un suspensorio que había comprado para usar con el desconocido de turno. 

Matías sabía que si seguía con esas autoprovocaciones las cosas no terminarían muy bien, le costaba bastante poder contener el impulso casi animal de querer estar con otro cuerpo. Encendiendo el televisor, hizo zapeo encontrando un tema de britney Spears que lo estimulaba al movimiento, pero por, sobre todo, le hacía recordar la primera vez que se entregó en el auto de un amigo del secundario, que borracho le indujo una dilatación anal con su lengua que pocas veces habían logrado. 

Haciendo una mueca con su rostro, recordó que nunca más lo volvió a ver después de esa grande y dura experiencia. Tomo una de las pesas rusas y comenzó con una serie de swing, sentadillas; luego siguió con unas planchas, abdominales, sit up, estocadas, burpee, Back Squat, etcétera. 

En un momento cortó para poder hidratarse y colocar las cosas para el desayuno sobre la mesada, distrayéndose en un momento con una noticia de la TV que se centraba en las repercusiones que había tenido la medida de decretar el aislamiento social, a raíz de un nuevo virus que estaba haciendo estragos en Europa y China. Terminó de beber agua y sin darle importancia siguió con sus ejercicios, la media hora que le quedaba para terminar la rutina. 

Matías terminó todo transpirado como tenía costumbre, el suspensorio mojado dejaba bien marcado el paquete con que se veía favorecido por mas que no le diera mucho uso, y la grata sensación que el disfrutaba de sentir la humedad concentrada entre sus dos glúteos, parte favorita de su cuerpo después de su abdomen plano y bien definido. 

Dejando que el salitre de su cuerpo se concentrara en su piel, desayunó su tortilla de avena, una taza de café, y sus suplementos, que muchas veces no entendía para que los tomaba, pero el lo hacía por una cuestión de encajar en los estereotipos fit. 

Tomo el celular y sin dudarlo largó con la sesión de fotos o nudes para sus seguidores mas morbosos, acompañadas de frases o reflexiones para sus seguidores mas profundos, que no dejaba de reflejar el patético contraste entre el prejuicio del cuerpo y la supremacía del intelecto, con los típicos comentarios que recibía de “pobre solo eres un buen culo” a los cuales Matías no les daba importancia. 

En una de esas tantas fotos, recibió un mensaje por privado que lo invitaban a la terraza, que no se preocupara, que no se conocían en persona, pero que ya habían intercambiado unas buenas fotos, que su tío vivía en el edificio y había venido a verlo porque no se sentía bien. 

Matías lo comenzó a pensar y de primeras desplegó todas sus histerias como hacia siempre, pero como negarse a las fotos de un casi veintiuno por seis, calculaba él, con el plus que se las había mandado desde la terraza. 

Veníte así salado le dijo el extraño y eso bastó para que Matías tuviese una gran erección y un deseo desenfrenado de sentarse en ese trozo de carne. 

Abriendo la puerta de la terraza, no vio a nadie a primera vista, se molestó y al girar para marcharse escuchó un chistido, dio la vuelta y una mano le marcaba el camino hacia un espacio que quedaba entre los tanques de agua y la pared del cuarto donde el conserje guardaba sus herramientas. 

Al llegar vio a un flaco con los pantalones a las rodillas y un slip que no lograba tapar toda la mercadería, mirándolo fijo a los ojos inclinó la cabeza y Matías se arrodilló para que el desconocido le metiera el pene en la garganta al punto de hacer arcadas y dejarlo sin respiración. Fascinado Matías se masturbaba y cada tanto ensalivaba uno de sus dedos que introducía en su ano para ir preparando el camino a un amigo que venía robusto y dominador. 

En un momento Matías se para, termina de bajarse los pantalones y dándose vuelta espera ser penetrado, pero antes gira su cabeza y le pregunta su nombre, él le dice que se llama Daniel, que su tío es Lucas del séptimo efe. Eso ya no le interesó a Matías y abriendo su cola con las dos manos se inclinó más. 

Daniel no podía abrir el preservativo, tenia las manos manchadas con el lubricante que se había pasado por el amigo para que entrara bien rico. Matías impaciente y por demás caliente, le arrebató el forro de la mano y con la boca lo abrió. Daniel al ver esto le dijo que tuviese cuidado que eran unos preservativos italianos que su tío le había traído de allá. 

Matías llegó a su departamento con una gran sonrisa, acomodó un poco su habitación y estando en la ducha no podía dejar de pensar en lo firme que Daniel lo tomaba por la cadera y tapaba la boca para que no se escucharan sus gemidos. 

Pasando nueve días Matías tosió por primera vez y fue noticia, como él lo deseaba todas las mañanas.

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