SALMUERA.



La lejanía del mar me invita ahogar los gritos,
salitre que queman las lenguas arrastradas en la arena.

Espuma blanca que choca sobre cuerpos envenenados,
sirenas que se alejan de las historias
hombres que contemplan la tierra moribunda
sobre un horizonte de agua que confunde.

Profundo titán que intimida en la gama de los azules...

Profundo titán que acumula las lágrimas de la tierra herida...

Navíos trazadores de rutas,
olvidan los maltratos de tierra firme
grito de un capitán perezoso.

Todos deciden morir en las profundidades de una garganta sin lengua.

Cuerpos.

Orilla.

Tierra...

El olor a podrido
llama a los otros a querer hacer lo mismo
riendo junto al dios del mar,
el que más te guste pensar.

Las algas chismorrean en la orilla,
enredando los buenos actos
que alimentan a las aves,
clavándose sobre un espejo de agua que traiciona.

El sol no dice nada y la arena acumula cuerpos.

Inmensidad de lágrimas...

Inmensidad de muertos…

En las profundidades de confusiones, 
que alejan
a las sirenas de la orilla,
que aman
el salitre de lazos rotos.


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