UN SÍMBOLO.
dejo entrar un rayo de luz,
sobre el rostro deteriorado de esa persona
que nunca conoció un sofá.
Observaba la lejanía de las cosas
la estrepitosa asfixia de la existencia,
acumulando restos de comida que se deshacían en las manos.
Quien pudiera poder romperle el cuello
gritan los otros escondidos en escaparates disfrazados de moda,
taciturno
cabizbajo
es arrastrado por el polvo
de muros que se elevan sobre las azoteas.
Copas cristalinas que arropan al mejor vino,
cavas que regurgitan a los otros
sobre el borde de un abismo sin tiempo.
Nadie le corta la cabeza,
la mirada se alza sobre muros interminables
de deseos que no se van a cumplir,
Inundados en hologramas que disfrazan el estómago
y desorientan a la muerte.
Sin embargo,
las entrañas dejan entrever a la verdad violada
por los pensamientos de los que nunca subirán a las azoteas,
elegidas por un dios macabro
que caga humanos.
La mirada recorre los orígenes de su historia,
con lágrimas en las manos
se da cuenta de su imperiosa necesidad de morir.
Somos la copia desesperada
de un símbolo borroso
en muros que se empolvan.
Abajo todo se tiñe de cenizas,
el golpe de los cuerpos no basta para quitar el sabor amargo de las calles.
De su vientre brota un capullo que no florece
Y la melodía melancólica de los sonidos cotidianos
lo entierran para ser néctar
de una vida seca.
Enamoradas del muro se desprenden de sus manos
y estrangulando su garganta decapitan la cordura que lo hacen gritar,
en el fondo de una ciudad vacía.
Un ovillo de tripas se desovilla en una cabeza estallada
humedecida por la baba que dejan caer los otros.
Cerrando la ventana
el niño observa un símbolo de paz que de disuelve en la lluvia.
Los lobos se acercan a terminar el trabajo,
atraídos por el aroma a sangre
de la garrapata que todos llevamos dentro.
Comentarios
Publicar un comentario