CAJAS VACÍAS.





Una caja vacía y un libro sin escribir se disputan recuerdos,
la pava rechina vapores húmedos que empañan los ojos de los ciegos
y el té se enfría bajo el calor de un par de zapatos viejos.

La cama acumula pilas de cajas vacías…
duerme en cada una de ellas un cuerpo mutilado,
escribiendo sobre papeles sueltos.

Se asfixia.

Despertando busca sus manos que se encuentras tiradas sobre una ventana rota,
un camino de sangre une las vísceras desparramadas por todas partes
¡está vivo!
grita el libro de hojas limpias.

Se observa.

Frankenstein toma aire en el mundo
el cuerpo lleno de cajas vacías nunca salió de su hogar,
solo escribe sobre el vacío de una pila de cajas
que añoran salir de la cama.

Escribe sobre hojas limpias.

Un balde sin fondo recoge las tripas con un par de manos tiradas junto a una ventana rota
y el camino de sangre se prolonga por una habitación sin lados
donde el sol reseca la carne. 

Frankenstein ha muerto de gangrena
desparramado en un cajón se contiene de llorar,
por qué su lengua se ha negado a morir.

Kilómetros de lengua caminante se contaron ese día
negándose a la mudez de lo cotidiano.

Sin embargo, extraña el aire del mundo en sus papilas
y una ventana rota es la entrada de una lengua viajera.

Busca entre pilas de cajas vacías una boca nueva,
un balde con tripas,
un par de manos.

La pava rechina vapores
el té se enfría bajo un par de zapatos viejos,
y el cuerpo resecado descubre una lengua buscona de bocas limpias.

Compañeros de nostalgias enhebran la aguja que les dará forma
cada zurcida un grito,
cada pinchazo la esperanza de un grito más.

¿Está vivo?

En la cómoda se humedece una caja,
dentro un par de ojos que escuchan como la carne
se levantan y comienza a andar.




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