LAS MALAS HIERBAS FLORECEN POR QUE EXISTEN.




Quiero poder derretir mi lengua y hablar sobre el viento,
dejar que la desesperada comodidad desarraigue mis elocuentes quieros…
enterrándome en los sórdidos finales felices de mi memoria.

Una lagartija se quema al sol y yo cambio la piel esperando que las nubes caigan como macizos sobre mis entrañas.

Las malas hierbas florecen porque existen,
existen porque quieren…
quieren romper la desordenada tierra que estrangula sus raíces.

Me levanto nuevo al lado de una lagartija homicida,
con ojos de niño me enseña sus historias y exploto sobre el asfalto que tiñe el paisaje de hombres.

Los otros inmóviles se mueven sobre campos de lagartijas comiendo ojos.
¿Qué hago?
No hables y come,
palmeo mi espalda y se metió en mi boca.

Acalambrando mi garganta escupí la muerte y todos se abalanzaron sobre ella,
Simulando la angustia las mariposas llenan mis pulmones de aire.

No confíes en las mariposas que transmutan el tiempo me escribió en una pluma el ave que me saco los ojos,
clavando su pico en mi ombligo y me aspiro todo.

Liviano…
sin jugos…

Me acogió un rostro de paladar quebrado,
Seco, blando…
manoseado.

Negras lagañas incrustadas con fuego interrogan la cerradura que me ciñe,
sin respuestas aparentes escupe sobre mis manos y refregando mis inocencias quede borrado,
al lado una lagartija que sólo mira cómo me pierdo entre mariposas y aves.

La realidad es que nunca fui hombre reptiliano,
¿Existio
 Alicia o solo conocemos los caprichos de un conejo lagañoso de rostro blando que saborea las tintas de una joven confundida?

Manoteando una casa pequeña, refugio las malezas que crecen en mis manos,
suplicándole al conejo que deje de escribir en mi tierra.

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